Lo digo y lo vuelvo a repetir. Somos una plaga. Sí, como las de langostas. El ser humano no hace más y mejor su trabajo en medio del entorno natural por el hecho de tener inteligencia. Se lo carga y sobrecarga como hacen los ratones en una buardilla.
Estoy leyendo un libro en el que a un científico lo tachan de cínico por hablar de la humanidad, según dicen los mediocres, de forma casi despectiva, igualándola a cualquier otro animal que la naturaleza haya querido salvar hasta nuestros días. Un fruto evolutivo como cualquier otro. Y con exceso de unidades, claro. Una plaga de cuerpos sin pelo, gordos y fofos que repugna a las demás especies como a nosotros nos repugna la rata-topo, un animal que, por cierto, existe. Horripilante para el hombre, pero existe.
En el Ebro últimamente dicen que hay una plaga. Pero no de humanos, que la hay en todas partes, ni de ratas-topo, que lo que faltaría es que fueran acuáticas. Sino de caracoles. Unas lentas y babosas criaturas que llaman especialmente mi atención por las horas que pueden pegarse en sus actos de íntimo amor. Encima, en este caso no son caracoles normales, sino caracoles manzana. Un animalucho con gran concha y diversidad de colores que trae hijos al mundo de una manera rápida y eficaz. El problema radica en que el caracolillo se alimenta de los brotes de arroz, cosa poco apropiada para la economía de los agricultores de la zona.
Este blandito amigo está muy lejos de su casa, ya que no es típico de España. Ahora, sí de las peceras españolas. A los mal llamados amigos de los peces les ha dado por decorar su acuario con manzanitas de colores. Alguno tiró sin querer el acuario al suelo y los bichillos, a paso lento pero seguro, llegaron al río.
Pobrecillos, mira cómo se habla de ellos en La Vanguardia: dicen que es un animal “muy peligroso por su extrema proliferación, voracidad y resistencia a condiciones adversas”. ¿Muy peligroso? ¿Un caracol? Los peligrosos somos nosotros, que vamos echando animales exóticos por ahí cuando nos viene en gana sin tener en cuenta las consecuencias para el ecosistema.
Pasamos del Ebro a otro río, porque la central nuclear de Ascó II, en Tarragona, sufrió un pequeño accidente que ha tenido muy poco eco en los medios de comunicación. Se dio una disminución de la potencia hasta llegar a solo el 55% cuando unas algas decidieron que la vida en el agua era demasiado aburrida. Fueron a dar una vuelta y se encontraron en el canal de toma del río de la central, donde no fueron bien recibidas. Este incidente, ocurrido el pasado sábado por la noche no ha tenido repercusiones para el Medio Ambiente ni para las personas, según dice la version oficial. Aunque esto me recuerda al consejo que me dio una vez un periodista: no te creas nada hasta que lo nieguen de forma oficial.
Si es que no puedo parar de meterme con nosotros mismos. Tenemos una sociedad en la que hay muchas cosas que cambiar. Una de ellas, por cierto, es la vida sedentaria. Según un informe presentado en el Congreso de la Sociedad Europea de Reproducción Humana, los hombres con sobrepeso u obesidad tienen un semen de peor calidad. El número de espermatozoides en los varones con este problema de peso es entre un 10 y un 20% menos que quienes no lo tienen. El estudio, realizado por Paul Cohen-Bacrie, del grupo de laboratorios Unilabs, afirma que en los casos de gran sobrepeso la movilidad de los soldaditos se ve afectada. Así que ya sabe, si pretende tener criaturas, buena dieta y ejercicio.
Y para ello no coma chuletones todos los días, y menos traídos de Fukushima. Porque desde hace unos días la carne de vaca de la prefectura de este radiactivo lugar está prohibida. El gobierno nipón pidió el pasado martes a los ganaderos que no distribuyan carne de este animal adorado por los hindúes si viene de los alrededores de la central. Una radiactividad 500 veces superior a la normal es quien lo pide a gritos. Pienso contaminado con cesio radiactivo es lo que ha llevado a las señoras vacas a tener una carne no apta para el consumo. Los más de medio millar de casos que se han detectado en los últimos días se suman a los ya 143 conocidos desde el 10 de julio, cuando comenzaron los estudios tras los primeros casos.
Según la agencia Kyodo son 7 las granjas que han dado comida contaminada a las reses.
Pero lo peor es que la mayoría de los propietarios han confesado que no estaban al tanto de la orden que el 19 de marzo emitió el gobierno japonés de no usar pienso que hubiera sido almacenado en exteriores, ya que tenían una mayor probabilidad de estar contaminados.
Pero desde el poder hay que tranquilizar a las masas, por lo que en un comunicado del Ministerio de Sanidad se dijo que consumir varias veces carne con una radiactividad superior a la normal no afecta seriamente la salud. Una vez al año no hace daño.
Entre caracoles, hombres fofos, algas curiosas y radiactividad se me va el santo al cielo. 4 tonterías y se acaba la sección. La semana que viene más y, espero, mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario