Lagarto terrible. Esa es la traducción literal de dinosaurio. Los pobrecillos se ganaron mala fama desde el principio. Incluso fueron fuente de inspiración de leyendas sobre dragones al no poder explicar qué demonios podría tener tremendo esqueleto. Hoy nos siguen fascinando, pero vamos conociendo su verdadera historia a cuentagotas, con pequeños retazos fósiles aquí y allá.
El último que se ha encontrado resulta ser familia de uno que conocen bien en Hollywood: el tiranosaurio rex. El Eodromaeus Murphi ha resultado ser el ancestro más primitivo, conocido hasta la fecha, de todos los terópodos, que son los dinosaurios con caminar bípedo y dieta carnívora. Hasta el descubrimiento, el título lo poseía el Eoraptor, que tenía unos agujeros nasales mayores y características de los saurópodomorfos, entre los que se incluyen los gigantescos herbívoros que tanto hemos visto en televisión.
El Eodromaeus Murphi medía menos de dos metros. Que el tamaño no les engañe, ya que tenía unas poderosas garras para despedazar a sus presas y unos dientes afiladísimos. Además, era muy ágil, lo que nos recuerda también que fue antepasado del velocirraptor, ese astuto animalillo que nos puso el corazón en un puño en Jurassic Park III.
Por un rastro fósil encontrado en La Rioja se comienza a especular con que quizá los dinosaurios terópodos, entre los que se encuentran los ya citados, el tiranosaurio rex, el Eodromaeus Murphi, el velocirraptor y el Eoraptor, podrían haberse manejado como pato en el agua precisamente en este medio, el acuático. Se han descubierto arañazos que corresponden a la forma de locomoción de este tipo de dinosaurios en el agua en una zona donde hace unos 125 millones de años había una especie de lago. Como si usted dejara huellas en una zona del mar en la que ya prácticamente no hace pie y solo puede tocar la arena con la punta de los dedos. Pues son esas huellas dejadas por las afiladas uñas de las patas traseras de los terópodos las que desvelan que los dinosaurios sabían nadar.
Pero bueno, volvamos a poner el reloj en hora y avancemos 125 millones de años hasta la actualidad, momento en el que una plaga de seres humanos amenaza con aumentar la temperatura terrestre. A esta calurosa conclusión llegó Jeffrey Kiehl, investigador del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EEUU. Según sus estudios, la temperatura media de la Tierra podría llegar a los 31ºC a finales de siglo si mantenemos las emisiones de CO2 al ritmo actual. Los niveles de este gas podrían llegar a las 1.000 partes por millón, cantidad que poseía la atmósfera hace 35 millones de años y que daba a las zonas polares una temperatura entre unos 15 y 20ºC más que hoy.
¿Cómo afectaría este cambio a nuestra estructura económica? Nicholas Stern, economista británico, ha llegado a la conclusión de que nos saldría más barato frenar hoy las emisiones de CO2 que no hacerlo. Por su informe realizado en 2006 sobre el tema, Stern ha ganado el galardón de Cambio Climático de los Premios BBVA Fronteras del Conocimiento 2010. El economista afirma que frenar las emisiones de dióxido de carbono puede costar un 1% del PIB mundial, mientras que si nos quedamos de manos medioambientales cruzadas el crecimiento económico disminuirá un 20% en todo el globo.
El galardonado señaló que las manifestaciones del cambio climático están sucediéndose de forma mucho más acelerada de lo que en un principio se creyó. Los casquetes polares se deshacen como mantequilla fundida y la biosfera se tambalea e intenta reajustarse a nuestros caprichos. Si seguimos con políticas contaminantes los que terminaremos balanceándonos en la cuerda floja seremos nosotros. Que se premie a quien nos avisa ya es un paso.
Pero quizá es que el ser humano no es tan racional como pensábamos. Se deja llevar por la pereza, la inercia, el mal humor, el dolor o el placer. Cosa que no le ocurre al nuevo jugador de ‘Jeopardy!’, el concurso más visto de Estados Unidos. Una máquina se batirá con los dos mejores concursantes que han pasado por el plató en los 47 años de vida del programa. El aparatejo en cuestión se llama Watson y es la nueva maravilla de IBM.
Siempre me he preguntado cuándo demonios crearán unas pastillas en las que podamos ingerir conocimiento. Obras enteras de literatura, física, matemáticas o biología. Todo al coco sin mayor esfuerzo. Para el común de los mortales la cuestión se plantea difícil, pero no para Watson, ya que tiene millones de textos en su base de datos, ocupando un total de 15 terabytes de memoria RAM. Sin embargo, sus creadores han necesitado 4 años de preparación para la prueba en ‘Jeopardy!’. Entonces, ¿cuántos milenios necesitarían conmigo? Me conformo con pensar que Watson no puede ni ver ni oír, cosa que yo sí.
Están pensando en darle trabajo médico a nuestro amigo electrónico, ya que para el diagnóstico de enfermedades no existe una mayor ni más rápida guía. Así que desde aquí solo me queda desearle una feliz incorporación al trabajo a esta fuente inagotable de conocimiento. Bueno, todo lo feliz que pueda ser un robot sin emociones, expectativas o cariño. Porque aunque nos veamos estúpidos a su lado, somos nosotros los que podemos disfrutar de una caricia.
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