jueves, 13 de enero de 2011

Explosiones y pájaros muertos

Algo ocurrió en Yellowstone. El primero en darse cuenta fue el teniente Gustavus Doane en 1870. No había que ser muy listo para observar la ausencia de montañas en una parte de las Montañas Rocosas. Eran demasiados kilómetros para considerar que la zona fuera el cráter de un volcán, pensó el muchacho. Pero así fue, y no un volcán cualquiera, sino algo llamado “supervolcán”. 

Hasta donde yo sabía, un volcán crea relieve, no lo destruye, no obstante, los supervolcanes arrasan con las montañas.  Además, si los volcanes pueden acabar con la vida de miles de animales en kilómetros a la redonda, los supervolcanes pueden cambiar el clima global, con la pérdida de especies que ello conlleva. Esto ocurre porque los supervolcanes, como ya habrán podido adivinar, son de una magnitud desproporcionada. Se forman por la llegada de magma del manto a una zona situada bajo la corteza terrestre. Con el paso de los milenios, la corteza va resquebrajándose mientras se abomba. Llega un momento en el que una gran y repentina explosión libera todos los gases de golpe, por lo que la zona que antes era convexa se desploma, dejando una gran extensión sin relieve: una caldera gigantesca.
La zona de la corteza en la que está instalada esta peligrosísima pluma de magma ha dejado varias marcas en el rostro de Norteamérica, ya que las placas tectónicas van moviéndose. Se sobreentiende entonces que ha habido muchas supererupciones en los últimos millones de años. Una de ellas, hace unos 2 millones de años, dejó un agujero del tamaño de Mallorca. Tras la explosión, el planeta entero se sumió en el llamado "invierno volcánico": los gases que expulsó el supervolcán se mezclaron con vapor de agua, lo que creó una especie de neblina que impidió que los rayos de sol llegaran a la superficie con la fuerza habitual.
Hace 74.000 años un supervolcán llamado Toba, en Indonesia, puso al hombre al borde de la extinción. Pero el peligro no ha pasado, ya que el volcán de Yellowstone sigue en activo. Así que solo nos queda esperar que mientras tengamos los pies en este mundo no le dé al señor supervolcán por enfadarse y mandarnos al otro barrio de un puntapié magmático.
Uno de los animales que podrían sucumbir a una de estas grandes explosiones sería nuestra siguiente protagonista: la mangosta rayada. Es un pequeño y simpático mamífero que tiene una forma muy peculiar de vivir la paternidad. Cuando las madres paren, que es prácticamente a la vez en todo el grupo, todas amamantan a los pequeños recién nacidos, sin tener en cuenta si son sus propias crías o no. Esta colaboración dura unas 3 ó 4 semanas. Pasado este tiempo los pequeñines expresan que su hambriento e insaciable estómago reclama comida de una manera muy esclarecedora. Escogen un adulto joven y les gritan y les gritan hasta que estos o les espantan o les dan de comer. ¿Qué demonios elegiría usted si un niño comienza a chillarle por la calle “¡Quiero comer! ¡Tráeme comida! ¡Tráeme comida! ¡Quiero comer!”? Yo lo tendría clarísimo. ¡Anda, niño, y que te cuide tu abuela! Pero si la mangosta adulta acepta, entre estas criaturas se establece un vínculo especial, ya que alimentará a la mangostita durante un mes. Tal como dijo Matt Bell, que estudió a las mangostas en Uganda, “es como una comunidad hippie.”

Mangosta rayada

Las mangostas viven en comunidad, pero lo que les ha dado ahora a los pájaros en EE.UU. es por morir juntos. Miles de aves han aparecido muertas en California, Missouri, Arkansas, Illinois, Kentucky y Luisiana. Aún no se sabe cuál es la causa de la muerte. Tras algunas autopsias se han descartado enfermedades o intoxicaciones. Sin embargo, los pajarillos presentaban lesiones traumáticas con graves hemorragias internas. Pero nadie tiene ni idea del por qué.

Algunos achacan el suceso a la bajada de temperaturas o a los fuegos artificiales de las fiestas navideñas. ¿Eso no ocurre todos los años? En fin, a mí todo esto me parece un poco macabro. Además, me suena peligrosamente a una serie de televisión que vi hace poco. Como de todos estos raros casos las personitas de a pie solo sabemos de la misa la mitad, solo nos queda esperar que nadie ande por ahí realizando experimentos que no debe. Y que dejen de morir lindos pajaritos, claro.

Otra explicación para desconciertos, y ya no hablo de los plumíferos, es la del desplazamiento del polo norte magnético, el que señalan todas las brújulas. Desde que lo descubrió James Clark Ross en 1831 se ha desplazado más de 1.100 kilómetros dirección Siberia. Esto se debe al movimiento del hierro líquido del núcleo externo del planeta, lo que hace que el polo norte se mueva a una velocidad de 40 kilómetros por año. Otra excusa que tengo ya para que mi padre cambie esa vieja brújula por un GPS.
Es extraño, comienzo hablando de las capas internas de la Tierra y termino con ello mismo. Si es lo que digo yo, todo es un ciclo: el amor, la economía, la moda,… Hablando de moda, me voy ya a las rebajas que quiero disfrutar del dinero que me queda antes de que Yellowstone estalle o caiga fulminada en extrañas circunstancias cual ave americana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario