¿Piensa usted viajar en estas vacaciones de Navidad? Los que pueden darse el lujo en lo que ya nos parece eones de crisis son pocos. Pero casualmente una de mis transatlánticas amigas cogerá un avión en diciembre. Su familia ha decidido visitar los montes Apalaches. Curiosa opción, la verdad, pero allá van. Curiosa también fue la cara que se le quedó cuando le dije que si encontraba algún fósil de los primeros organismos vivos, me llamara la primera para, de alguna manera, pensé yo, quitarle el mérito. “¿Pero no surgieron en el mar?”, fue la lógica pregunta. “Sí”, contesté, “pero la tierra que ahora está a una altura de 2.000 metros sobre el nivel del mar fue, hace mucho tiempo, parte de las profundidades del océano.”
Esto ocurrió cuando Norteamérica y Europa colisionaron impulsadas por las fuerzas del interior del planeta. Cuando se separaron de nuevo, y como ven la tierra trae a los continentes en un baile infinito; cuando se separaron, repito, quedaron formados los montes Apalaches al este de Norteamérica y los Caledonios en Escocia. Ambos se encuentran hoy entre las montañas más viejas de nuestro planeta.
He comenzado con un poco de geología porque de tierra es de lo que vamos a hablar hoy; concretamente de su colonización por parte de los organismos vivos.
En el Cámbrico, hace unos 570 millones de años, ya los mares estaban repletos de vida. Un potaje de caparazones, tentáculos, exoesqueletos y corales bullía en los océanos. Entonces aparecieron animales como las estrellas de mar y depredadores como el nautilus, que nada tiene que ver con el de Veinte mil leguas de viaje submarino. Este animalillo, una especie de pulpo chirriquitín, con 90 tentáculos y metido en un caparazón, era considerado en aquella época rey y señor de las profundidades marinas.
No crean que entonces fueron los valerosos animales, nuestros ancestros, los que decidieron aventurarse a pisar tierra. Nada de eso. Tuvieron que ser las plantas las que tomaran, en un primer momento, los continentes. Pero no se encaminaban hacia un meta fácil, ya que sus estructuras tenían que luchar ahora contra una mayor gravedad. Además, se encontraron con el reto de crear un nuevo sistema para llevar los nutrientes a todas sus células. Algo así como nuestro sistema circulatorio. Todas estas trabas fueron superadas por los intrépidos vegetales sólo 70 millones de años después de que el nautilus comenzara a rondar los mares.
Ahora que la comida había escalado la tierra, era mucho más fácil que los animales se subieran al barco. Los primeros fueron bichejos que ahora nos repugnan, como arácnidos, escorpiones y milpiés. Pero, tranquilos, para encontrar nuestro verdadero ancestro no debemos irnos a los escorpiones (aunque me parece a mí que muchos humanos salieron con algún rasgo de estas alimañas, pero bueno, ese es otro tema). Fue un anfibio, como lo son las ranas, el antepasado común de todos los vertebrados.
Cuando nuestro tatara-tatara y un millón de veces tatarabuelo empezaba a poner pies en tierra, llegó la edad Carbonífera, hace unos 350 millones de años. En este período hubo grandes árboles de hasta 30 metros de altura, libélulas del tamaño de un perro mediano y milpiés del tamaño de una ardilla, además de enormes cucarachas y escorpiones. Vamos, que los fóbicos a los insectos iban a pasarlo en grande.
Aparecieron también los sinápsidos, un híbrido entre mamíferos y reptiles, por ello también conocidos como reptiles mamiferoides. Me explico. Los mamíferos tienen pelo y mamas; los reptiles no tienen pelo y ponen huevos. Pero los sinápsidos se cree que tenían pelo, mamas y que ponían huevos. De aquí vinieron los primeros mamíferos propiamente dichos, los cuales tuvieron la mala suerte de tener que aguantar a los dinosaurios, viviendo bajo su sombra unos 150 millones de años. Llega el período Jurásico.
Hace más de 200 millones de años los dinosaurios colonizaron la Tierra. Llegaron a todos los nichos de vida, implantándose en prácticamente cada rincón del planeta. Algunos, como ustedes ya sabrán, llegaron a tener tamaños descomunales. Aunque parezca extraño, las aves, que comienzan a aparecer en este período, son descendientes de los dinosaurios, ya que fueron algunos de éstos los que desarrollaron las primeras plumas del reino animal.
A rey muerto, rey puesto, por lo que tras la extinción de los dinosaurios los mamíferos se convirtieron en los animales dominantes. Surgió el archiconocido tigre de dientes de sable, el rinoceronte lanudo o el mamut. Esto ocurrió unos 150 millones de años después de que el primer dinosaurio posara su patita en el globo.
Aparte de feroces bestias, aparecieron seres más tiernos, adorables y accesibles a nuestra estatura media de 1,80. Por ejemplo, unas pequeñas criaturas con los andares de una ardilla: los primeros primates. De estos simpáticos animales procedemos usted y yo; distintos, quizá radicalmente, pero seres humanos, al fin y al cabo. Una extraña especie capaz de realizar los más increíbles sueños y las más horribles pesadillas. Una especie capaz, incluso, de conocer su propia historia.