jueves, 25 de noviembre de 2010

Hoy tenemos sopa

Para redactar el siguiente artículo me pegué cosa de dos horas discutiendo con una compañera sobre el origen de las células. Si yo, universitaria del tres al cuarto, me pegué una mañana discutiendo sobre teorías acerca de la evolución de los primeros microorganismos terrestres, es normal que los autodenominados grandes científicos aún se peguen una vida, y quién sabe si más, debatiendo nuestros orígenes.
En determinadas cosas parecen haberse puesto de acuerdo. Nuestro planeta, azulado gracias a la atmósfera de la que hoy disfrutamos, no siempre tuvo esta agradable tonalidad. Para comenzar nuestra historia vamos a retroceder al eón Arcaico, hace unos 3.800 millones de años, casi nada, aproximadamente 1.300 millones de años después de la formación de La Tierra. Por entonces, la atmósfera estaba formada por metano, amoníaco y otros gases que hoy serían tóxicos para los seres vivos. Pero fue en esta época, sin embargo, donde vemos los preludios de la vida.
En esta etapa el conjunto de los continentes estaban en una misma masa de tierra llamada Pangea I. Existió, por tanto, un Pangea II, tras la separación y posterior unión progresiva de los continentes por segunda vez. Dejando la tierra a un lado y sumergiéndonos en el mar, sólo existía un océano, mucho más grande de lo podríamos imaginar hoy, ya que no existían casquetes polares. Y es aquí, como en una cocina casera, donde en el caldero de la sopa se cocinó la vida.
Y lo he dicho literalmente: sopa primitiva. Así es como llamaron al mejunge de agua y moléculas orgánicas de las que se nutría este océano primigenio. Los grandes eruditos sobre el tema no se quebraron la cabeza para escoger el nombre, en eso estamos de acuerdo. En fin, en este planeta el caldo se servía bien caliente, ya que al no haber capa de ozono los rayos ultravioletas del sol llegaban con toda su fuerza a la superficie de La Tierra. 
Respecto a cómo demonios surgió el primer atisbo de vida aún no se tienen las cosas muy claras. No se saben exactamente cuáles fueron las condiciones para que las macromoléculas orgánicas se organizaran de manera que, por ejemplo, la capacidad de autorreplicación del ARN o del ADN, moléculas que ya se habían cocinado en el caldo primitivo, quedaran dentro de unas membranas semipermeables que las protegieran a la vez que permitieran el contacto con el exterior.
Fuera como fuese así fue, y los primeros organismos que surgieron fueron los procariotas, microorganismos que no tienen una membrana nuclear que separe el material genético del resto de la célula. Esta forma de vida se diferencia de las células eucariotas, que son, por ejemplo, las que forman la piel, en que estas últimas sí que tienen un núcleo diferenciado. Para visualizar esta distinción sólo tiene usted que imaginarse un huevo frito. Si el huevo tiene yema, lo identificaremos como célula eucariota; si se la quitamos, tendremos una célula procariota.
Fueron estos huevos sin yema los que primero habitaron este gallinero de planeta. Se nutrían de las moléculas orgánicas que rondaban por el caldo y eran anaerobios, es decir, que no podían llevar a cabo la respiración utilizando oxígeno, ya que éste sólo se encontraba dentro de las moléculas de agua y no en la atmósfera. El O2, tan importante hoy, era para ellas un simple desecho que dejaban fluir.
Cuando la comida empezó a escasear, comienzan a surgir los organismos autótrofos, es decir, los que se pueden fabricar sus propios nutrientes sin necesidad de cogerlos del medio. Para entender lo que es un autótrofo el mejor ejemplo son las células vegetales. Nosotros, oh, pobres heterótrofos, necesitamos alimentarnos con moléculas orgánicas ya creadas, bien sean plantas o animales. Pero las plantas no necesitan esta estúpida y continua búsqueda de material orgánico. Ellas, inteligentes criaturas, se procuran su alimento de material inorgánico como lo es el agua, el CO2, los minerales que aporta la tierra y la luz solar.  
Siguiendo con nuestro recorrido evolutivo, a medida que la atmósfera se va llenando de oxígeno debido a expulsión del mismo por parte de los autótrofos anaerobios, surgen los organismos aerobios, lo que para entendernos son bichitos que ya utilizan el oxígeno para realizar la respiración celular.
Las que por último llegaron a este festín sopero fueron las células eucariotas, lo que antes habíamos llamado el huevo frito con yema. Y fue en este punto en el que nos enfrascamos en una erudita y muy friki discusión mi querida amiga y yo, ya que existen diferentes teorías sobre cómo surgieron las encantadoras eucariotas. A ver, algunos dicen que la membrana nuclear se crea porque una procariota se zampa a otra que queda recluida como núcleo. Otros entendidos afirman que la procariota se recluye a sí misma el material genético cogiendo un pedacito de su propia membrana celular.
Después de todo este sopero jaleo y del frío que paso por estos lares madrileños, yo no sé ustedes, pero yo me voy a tomar un rico caldo, y mañana será otro día para seguir debatiendo.

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